(Nicolás Boileau, poeta y crítico francés 1636–1711)
Por un artículo de Quim Monzó me entero de que los japoneses celebran hoy, 10 de junio, el día en el que el Emperador Tenji (626-671) fabricó el primer reloj de agua, un dispositivo que mide el tiempo por la cantidad de agua que se escapa de un recipiente. Aquel emperador debió pensar que los japoneses perdían mucho el tiempo y decidió ordenar que las campanas y los tambores del templo sonasen cada hora, en un intento de imponer una cierta puntualidad.
Investigando un poco en la red compruebo que la tradición ha llegado hasta nuestros días, y cada 10 de junio se celebra el Día de la Observancia del Tiempo. Por ejemplo, tal día como hoy se celebra el Festival Rokoku (Festival del Reloj de Agua), en el Santuario de Jingu Omi en la ciudad de Otsu, Prefectura de Shiga. En Perú, el Instituto Sur dedica un día a premiar a los trabajadores más puntuales.
Aquí en España no conozco una celebración similar, quizás porque los españoles nos tomamos la puntualidad como algo irrelevante. Personalmente, me considero una persona puntual y procuro que nadie tenga que esperarme nunca. Hay veces que no es posible, porque un imprevisto o una causa de fuerza mayor nos lo impide, pero eso no es reprochable. En cambio, estoy harto de comprobar cómo hay personas que llegan tarde sistemáticamente a todas sus citas y, encima, pretenden tener razón cuando se le reprocha (creo que algunos hasta consideran una vulgaridad llegar a la hora).
La puntualidad es un valor necesario cuando se quiere actuar con carácter, orden y eficacia, pues siendo puntuales conseguimos desarrollar más actividades en el mismo tiempo, somos mejores y nos hacemos acreedores de un mayor grado de confianza. Por contra, de la falta de puntualidad se deduce una escasa o nula organización del tiempo, un desorden en las actividades, poca responsabilidad y poca credibilidad.
Hoy, cuando apenas faltan unas horas para que los Concejales electos tomemos posesión del cargo, ahora que los partidos hablan del "respeto" como patrón de comportamiento a lo largo de la legislatura, ahora es un buen momento para recordar la importancia de la puntualidad. Todos los políticos, con independencia del partido al que pertenezcamos, debemos ser conscientes de que el menosprecio por el tiempo de los demás es una de las mayores faltas de respeto y de educación que podemos tener, pues el tiempo es valioso para todos. Espero que la legislatura que está a punto de arrancar se caracterice por el respeto y por la puntualidad.
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