"Las legiones malditas" es el título de una novela escrita por Santiago Posteguillo que he tenido ocasión de leer estas vacaciones. Realmente es un tocho de 850 páginas que cuenta las andanzas de Publio Cornelio Escipión, el Africano, un cónsul romano que derrotó a los cartagineses en España y en África, enfrentándose al mismísimo Aníbal en lo que se conoció como la Segunda Guerra Púnica.
La verdad es que la novela resulta un tanto extensa, pero el interés "in crescendo" de la trama y mi afición por la historia en general y por la historia de Roma en particular, me animó a leerla entera. Y si cuento todo esto es por la coincidencia geográfica de aquellos acontecimientos sucedidos hace 2.200 años y los que ahora mismo están ocurriendo en el Norte de África (Túnez, Egipto y Libia), en unas tierras que hace dos milenios ocupaba el imperio de Cartago.
No dejo de darle vueltas a la similitud de algunos acontecimientos bélicos, sucedidos en el mismo escenario geográfico, con parecidas connotaciones políticas y económicas, aunque con protagonistas diferentes y armamento sustancialmente distinto. En el Norte de África, en lo que ahora mismo es Túnez, distante de las costas de Sicilia apenas unas decenas de kilómetros, estaba la ciudad de Cartago, sede de un colosal imperio cuyo general llegó incluso a las mismas puertas de Roma tras cruzar los Alpes con un ejército de elefantes.
Cartago no tenía petróleo, pero dominaba gran parte del Mediterráneo, incluyendo a casi la totalidad de la península ibérica. Roma era una ciudad-estado en plena expansión. Dos gallos en un gallinero. Casi un siglo de enfrentamientos militares y tras la muerte de centenares de miles de soldados en ambos bandos, Roma conquistó todas las posesiones cartaginesas y arrasó la ciudad de Cartago, con lo que la facción cartaginesa desapareció de la historia. La victoriosa Roma emergió como el estado más poderoso del Mediterráneo occidental.
Hoy mismo, los noticiarios nos informan de la victoria de los rebeldes líbios sobre las tropas leales a Gadafi, que permanece en lugar desconocido y amenaza con convertirse en un mito, como ocurrió hace unos años con Sadam Husseín en Irak. Los mercados europeos están ávidos del petróleo cartaginés. Libia es una etapa más en la guerra por el control del oro negro. El petróleo es el trofeo de las guerras que EEUU y la OTAN emprenden. Antes como ahora, “la guerra es buena para hacer negocios”.
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