La droga del crédito

Llevo más de 20 años en el ejercicio profesional de la abogacía, la mayoría de ellos ocupándome de resolver problemas de particulares y pequeñas y medianas empresas. Empecé a trabajar en un despacho especializado en asesoría fiscal de empresas y, poco a poco, me he ido centrando en el derecho mercantil y societario en sentido amplio. Digo esto porque lo que voy a escribir es el resultado de mi propia experiencia profesional, con todo lo que ello significa.

Desde hace tres o cuatro años aproximadamente, no pasa una semana sin que tenga que mantener una conversación relacionada con la crisis económica y sus efectos. Las empresas de nuestra comarca está sufriendo los efectos (tanto los directos como los colaterales) de la crisis: caída de ventas, impagados y recorte del crédito bancario. Las consecuencias son dramáticas: despidos, suspensiones de pagos (ahora llamadas concurso de acreedores), demandas judiciales, embargos, ejecuciones hipotecarias, etc.

A fuerza de tener que estudiar una y otra vez los mismos escenarios, a fuerza de tener que repetir las mismas explicaciones, a fuerza de contemplar las mismas reacciones de los afectados, he ido desarrollando mis propias teorías sobre la economía empresarial. Una de ellas es la que pretendo explicar ahora: la droga del crédito.

Podríamos empezar contando un cuento: "Érase una vez un hombre que cogió todos sus ahorros y montó un negocio. A fuerza de esfuerzo y trabajo consiguió que el negocio fuese rentable. Compraba, manipulaba y vendía, obteniendo un beneficio de sus productos. Pagaba y cobraba sin necesidad de pedir préstamos ni financiaciones. Poco a poco, con el paso de los años, el negocio se consolidó. Un día, el hombre recibió la visita de un Director de una Sucursal del BancoXX, quien le ofreció una serie de productos financieros muy interesantes: una tarjeta de crédito ilimiada, un préstamo hipoteca para hacer una nave industrial nueva, una póliza de crédito para cubrir los momentos de falta de liquidez transitoria, un swap para asegurarse frente a las subidas de interés y un seguro de vida por si acaso".

¿Os suena el cuento? Esa es la historia que han vivido cientos de empresas y empresarios ibenses, por no irme más lejos. Eran felices hasta que alguien les dió a probar la droga maldita. Cual vulgares camellos apostados a la puerta de los colegios, los banqueros ofrecieron crédito a las empresas. Para engatusarlos le decían cosas como "los intereses están tan bajos que vale la pena invertir en construcción", "alquilar es tirar el dinero", y cosas por el estilo. Por supuesto, nadie advirtió a los incautos empresarios de los costes (alta TAE, comisiones, ...) de sus servicios y, mucho menos, de lo que les podía pasar si un día se giraba la tortilla.

La mayoría de las empresas que conozco tienen dificultades financieras, pero en todos los casos hay un denominador común: abusaron de la droga del crédito. Lo que empezó siendo una "cata" (como el que le pega una calada a un porro de forma esporádica), acabo convertido en una "adicción". Como ocurre con las drogas, cada vez la dosis tiene que ser mayor para conseguir el mismo efecto, y las empresas se vieron poco a poco inmersas en una auténtica situación de drogodependencia crediticia. Diría incluso que ha habido muertes por sobredosis.

Pero la Banca, la traficante del crédito, la gran proveedora de la droga, sabe que su negocio depende de que los empresarios no mueran. El éxito del negocio pasa por mantener al drogodependiente vivo, trabajando de sol a sol para pagar la dosis de mañana (o la de ayer).

 [Continuará]